Para evitar el aislamiento del
régimen soviético, decidió la entrada de la URSS en la Sociedad de Naciones (1934), y la aproximación a Gran Bretaña y Francia.
En política interior trató de eliminar cualquier tipo de oposición: entre 1936 y 1938 organizó
procesos en Moscú y deportaciones contra los principales mandos militares y
contra toda oposición en el seno del Partido y del Estado. Basándose en los
datos suministrados tras la perestroika,
fueron detenidas más de 1.300.000 personas por motivos políticos. De ellas casi
700.000 fueron fusiladas. Durante su gobierno inició un controvertido programa
para rusificar a los diferentes estados de la URSS,
enviando rusos a las distintas repúblicas soviéticas para que se casaran con
los locales y así aumentar el porcentaje de rusos en la región.
Por otra
parte, ya durante el primer período stalinista, amplios sectores de la sociedad
soviética aceptaron con optimismo los grandes avances de la Revolución. Rusia
era el único país del mundo donde a las mujeres se les pagaba lo mismo que a
los hombres por un trabajo similar. También en este primer período, existían
grandes facilidades para obtener un divorcio o abortar.
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